Himno a Jesucristo

Hagamos esta noche un humilde elogio de Jesucristo; nosotros, los hombres, los que vamos a contemplarlo dentro de breve tiempo, con absoluta seguridad.

Jesucristo, el amado; Jesucristo, en quien creemos sin haberlo visto; Jesucristo, el Hijo y el Verbo de Dios. El primogénito de toda la creación…

Jesucristo, el que en una mañana primigenia fue el alfarero prodigioso de estrellas, de constelaciones y del mundo.

Jesucristo, el escultor de los hombres. Jesucristo, el sol y el lucero del universo. Jesucristo, el que nació de María, la Virgen, en una noche temblorosa de estrellas, en Belén.

Jesucristo, el que pasó treinta años trabajando en una carpintería silenciosa, perfumada de cedros y de pinos.

Jesucristo, el que salió a predicar con una palabra inaudita. Nadie habló nunca como Él habló. Él hizo el elogio de los pobres, de los mansos, de los que lloran, de los que tienen hambre y sed de justicia, de los misericordiosos, de los que construyen la paz. De los limpios de corazón.

Jesucristo, el que después de haber hecho el gran milagro de la creación, prodigaba milagros a los hombres. Daba luz a los ciegos, voz a los mudos, sonido a los sordos, caminar a los paralíticos, limpieza a los leprosos, liberación a los endemoniados y vida a los muertos. Jesucristo, el inmenso, el altísimo, el Señor de todo lo creado.

Jesucristo el que marchó sereno hacia la muerte, cuando llegó la muerte que debía soportar para adorar al Padre eterno, con una adoración infinita, teñida de sangre, y para redimir al hombre con una perfecta redención.

Jesucristo, el que resucitó de los muertos y ahora está vivo. Jesucristo, el que va a venir a juzgar al mundo después de un largo silencio de espera, en que el hombre tiene libertad para amarlo, para aceptarlo o para rechazarlo o para olvidarlo.

Jesucristo, cabeza del cuerpo que es la Iglesia. Jesucristo, a quien verán nuestros ojos con absoluta seguridad. Jesucristo, el poeta que hizo el poema de las flores, de los pájaros y de los niños.

Jesucristo, misterio indecible y ternura. Jesucristo, en quien creemos y, sin embargo, olvidamos. A quien amamos y, sin embargo, cuya ley quebrantamos.

Jesucristo, el Mesías esperado de los judíos y rechazado hasta ahora por ellos, pero que algún día, no lejano, ellos temblando de alegría reconocerán.

Jesucristo: Tú eres la última palabra que pronuncia el hombre que se salva.


«Acuérdate de Jesucristo», Rafael García Herreros,
Colección Obras Completas No. 15, Corporación Centro Carismático Minuto de Dios, 2009.

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